El Dr. Marcelo Molina fue el tercero en “Pasar al Frente”. En su “examen” presentó un cruce desde la perspectiva judicial y social sobre la vulnerabilidad de los derechos en la infancia. Detalló el rol del juez y el papel fundamental que tiene una maestra al detectar una situación de violencia familiar.
Molina es abogado especialista en derecho de familia, juez del Tribunal de Familia por más de 10 años, actual camarista, docente y autor de “Cuánto tiempo es un tiempito”, donde relata casos reales y testimonios de los niños en el marco de las audiencias de adopción. Además es miembro de la Cátedra de Infancia y Adolescencia “James Grant” de nuestro Instituto.
Algunas reflexiones del Dr. Molina acerca de cómo se vincula el trabajo de un juez con el de un educador:
“Si no estuvieran los maestros y las maestras con la atención tan cotidiana con los chicos, hay una parte de todo el trabajo de un juez que no se podría hacer. Digo lo mismo de los médicos y enfermeras. Hay un grupo de personas que son los que detectan rápidamente las situaciones de vulnerabilidad. Entonces, ¿cómo opera la maestra? Detecta y comunica. ¿Tiene que hacer alguna otra cosa más? No, no es una operadora para solucionar el problema. Es más o menos como violencia familiar con los jueces. Si alguien viene con un problema de violencia familiar, mi trabajo no es solucionar el problema, el trabajo de solución pasa por otro lado. El Poder Ejecutivo tiene que dar la solución. Yo no tengo las herramientas para hacer el tratamiento de la situación de violencia familiar y tampoco el tratamiento para que ese chico pueda volver a la casa”.
“Si encontrás a alguien que se quiere suicidar en la calle o tiene algún problema de salud, como ciudadano, algo hacés. Si en la escuela te encontrás con un chico que te dice ‘mi papá me pega todos los días’ o en muchos casos que se infiere por ciertas actitudes o dibujos, no te podes quedar callado como docente. Hacer algo está dentro de sus funciones”.
“El otro gran problema es que hacemos cuando se habla y se comunica una situación de vulnerabilidad de un niño. Ahí está el Estado, ahí tiene que entrar el poder judicial. Cuando viene la maestra y denuncia, vos no la podes dejar expuesta a la luz, porque nosotros sabemos que están pasando cosas y que se puede generar una situación de riesgo. El trabajo con los maestros y las maestras es tan fundamental para el juez de familia, que si no estuvieran, en violencia familiar, habría una gran cantidad de medidas que se adoptan en una mañana, que no se podrían adoptar. Por algunas razones bastante sencillas: en algunos casos, la denuncia es tan clara y evidente que no hace falta una prueba, hay ciertos relatos, rasgos, emociones; algunos otros casos no, especialmente los de violencia psicológica. Por más que yo tenga un cuerpo de psicólogos exclusivos para el juez en ese momento, en un par de horas no lo resuelvo. Entonces, ¿qué tiene que hacer el juez?, recurre a lo que tiene más cercano, que en general es el chico, si es que viene al tribunal, y aún viniendo el chico, el llamado a la maestra, la directora, es lo que te permite ir estableciendo algún grado de verosimilitud respecto de lo que se está diciendo. Esto te va haciendo un marco referencial y te permite tomar una medida que tiene que ser URGENTE”
“En el caso de la Dirección de Niñez los informes de las escuelas son insustituibles, especialmente si la escuela asume la responsabilidad de hacerlo. La relación que nosotros tenemos con los docentes tiene que ver con este trabajo que es una especie de trabajo de campo. Nosotros no trabajamos, desde el punto de vista del Poder Judicial, con lo educativo como tal. Para nosotros lo educativo tiene que ver con algún tipo de informe, pericia, a través de la cual se puede sacar alguna situación de vulneración de derechos”.